Ante todo, muchas felicidades por esta vida que estás a punto de iniciar, tras caminar de mi brazo al altar.
Hoy te confieso que siempre he tenido miedo, miedo de no poder estar a la altura, de no lograr mis propósitos en ti, de no poder realizar bien mi labor como padre, en este caso también como madre, ya que ella falleció cuando tu eras un bebé, tu y yo tuvimos que avanzar en este dificultoso camino, que pasito a pasito hemos llegado al día de hoy. No ha sido fácil la verdad, ni para ti, ni para mi, pero en mi opinión, el resultado no ha podido ser mejor.
Cuando eras pequeña, poco entendías lo que realmente estaba pasando, para ti era normal, no tener una mamá, nunca la conociste, por lo tanto, no la podías extrañar. Todo cambió, al comenzar la escuela, cuando los niños te preguntaban, tu poco entendías, y ellos se burlaban, de ahí llegó la curiosidad, después la pregunta “¿por qué yo no tengo una mamá?” Tras de mucho pensar decidí decirte la verdad “Sí que la tienes, solo que, está en un lugar que no puede regresar” Con eso te quedaste en paz.
Yo trabajaba medio tiempo, a causa de ello no podía darte grandes caprichos, pero ya estabas en la obligación de crecer sin una madre a tu lado, no quería que tampoco estuvieras sin un padre, jamás te faltó de nada, e intenté remplazar, ese amor que te faltaba, el de tu mamá.
Tuve que ejercer, de papá y mamá a la vez, de niña, yo te arreglaba, te vestía, te peinaba, te llevaba a la escuela, te recogía, te llevaba al parque, jugábamos a muñecas, bailábamos, tú te pintabas con maquillaje, yo te acompañaba, como haría cualquier mamá, porque yo también he sido tu mamá, te arropaba por las noches, te contaba cuentos hasta que dormías, por la mañana un vuelta a empezar. Desde pequeña intenté que te aplicaras en los estudios, creo que lo logré, en cualquier bache, juntos lo hemos superado.
Lo complicado creo yo, que fue al llegar tu pubertad, ahí, es cuando más falta te hacía una mamá, son tantos los cambios físicos y emocionales que pasamos, algo que solo una mujer entiende al cien por cien, por ello fui a cursos, no deje de informarme, para poder ayudarte, lo más duro fue hablar de tu sexualidad, tenía que ser comprensivo, pero soy tu padre, eras mi niñita, ¿cómo prepararte para que otro hombre fuera tu héroe? Fue duro, pero necesario, hoy me siento orgulloso de ello. No dejaste de ser responsable (tras algunos baches cierto, pero lo importarte es que lograste salir de ello) Te agradezco enormemente la confianza que siempre me has tenido, aunque en ocasiones, me tenía que morder la lengua, y aguantar lo que llegara, por ejemplo en tu primera vez como mujer, darte las protecciones necesarias, pero ante todo, que tu tenías el control, y hacerlo cuando realmente te sintieras preparada.
Hoy es el día de tu boda, él día más radiante para una novia, tu luces como el sol, hija mía estás preciosa, tu madre, se sentiría orgullosa, igual que lo estoy yo de ti.
El otro día me preguntaste, por qué no me volví a casar, e aquí la respuesta hija mía. Jamás podré amar a nadie como amo a tu madre, si ya eres toda una mujer, no te negare, que mis escapaditas he tenido, pero mi corazón está anclado desde el día que me enamoré de tu madre, sí sé que ella no está físicamente, pero está en nuestros corazones, en tu ser, eres su viva imagen, física como emocionalmente, sé que nos está cuidando, sé que está con nosotros. No necesito más mujer, tú y ella, sois todo mi ser. Siempre la amaré, hasta el día que nos rencontremos. A ti mi princesita, siempre estaré.
Escrito: 21 de abril del 2015
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