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jueves, 6 de agosto de 2020

Relato: El propósito del ángel



Él estuvo observando todo el día, a ese padre de familia, no pudo evitar resalta, su baja autoestima, cegado de todo lo que le rodeaba, testarudo de su propio aislamiento.

 Él quería esas alas que le prometieron, pero aún no había conseguido, ciento cincuenta años llevaba esperando, ya su tiempo se agotaba “señor, llevo días observando a este hombre, su estado no cambia, debemos hacer algo antes que él haga una locura” “Está bien” Recibió como respuesta, “si haces bien este trabajo, tendrás esas alas que tanto ansias” Él se sintió feliz, no tardo en ponerse manos a la obra.

 Se encontraba en la habitación de ese hombre llamado John cuando el despertador sonó, ese hombre de pelo castaño, le dio un manotazo, hasta al punto que lo tiró al suelo, se levantó desganado, para iniciar nuevamente la rutina de la monotonía. Salió de la habitación, ignorando la invitación que tenía a su lado “papá te invito a mi fiesta de cumpleaños” Entro en la cocina, metiéndose en la boca, un mordisco de su tostada, dándole un trago al café, ignorando por completo a su mujer, y a su único hijo, que hoy cumplía años.

Ya en el coche, arrancó con velocidad, sin ser consciente que su pequeño de nueve años, salió con rapidez para despedirse de él, pero su padre no era consciente, de la tristeza de su hijo. Él ángel apareció de copiloto, expectante a todo el comportamiento de aquel individuo. El coche cogía velocidad, se pasaba los semáforos en rojo, no respetaba los pasos de cebra. Se encontraba en una especie de trance, que si realmente hubiera alguien visible a su lado, sería totalmente ignorado.

 Aparcó en el parquing de la fábrica, se puso su quimono de trabajo, e inició ese monótono día. El ángel estaba muy cerca observando, como su supervisor llegó, se lio a gritos con aquel a que él estaba protegiendo. Una vez en soledad John prosiguió con su trabajo, cuando su teléfono móvil sonó, pero al ver que era su mujer, no tardó en apagarlo. El ángel reapareció en la casa de John, le esperando, para poder celebrar el cumpleaños de su pequeño, pero John no iba aparecer, de eso el ángel, no tenía ninguna duda.


 Las horas pasaban, ya su jornada hacía rato que había acabado, pero hasta horas más tarde, no se decidió a volver, maldijo la puerta del coche, que se volvió a estancar, ya después, volvió a casa. Ya era noche, se encontró a su hijo dormido en la mesa de la cocina, había sido demasiado larga la espera. Su mujer apareció de la nada, entre gritos y gullas, John, estaba tan cansado no aguantó más, le dio un pequeño empujón, salió de la casa dando un portazo, arrancó su coche, y voló a velocidad. John lo ignoraba, pero no estaba solo, ese ángel sin alas le acompañaba, velando por su seguridad.

 Llegaron a lo más alto, de una torre, John se sentó al margen, observando todo lo de abajo. Giró su cabeza, se encontró a un personaje totalmente vestido de negro, a punto de tirarse, de suicidarse. En ese momento John espabiló, se levantó con rapidez, corrió lo más que pudo, se abalanzó sobre ese individuo, que quería poner a su vida fin. Ese era el propósito del ángel, ya lo tenía donde lo quería.

 John lo atrapó a tiempo, y lo lanzó al suelo, no pudo salir de su asombro, al verle la cara, su misma cara, su mismo ser, de la nada le aparecieron todo de recuerdos, de los que mas amaba, de su mujer, ella, que siempre había cuidado de él, ella que le enseñó a pensar antes de actuar, ser consciente que como todo ángel siempre iba a estar. John sabía que gracias a ella, jamás iba a caer. Y su hijo, su más preciado tesoro, todos los momentos vividos junto a él, todos los juegos, todas las risas, todos los aprendizajes, sí, tenía una familia que lo amaban, y lo necesitaban, y él necesitaba a ellos, porque sin ellos, él no era nada. Se levantó de un salto, ignorando su coche aparcado, y corrió, corrió, corrió sin descanso, hasta llegar a la puerta de su casa. Se sentía avergonzado, llamó al timbre, y espero. Su mujer lo miró, no hicieron falta palabras, comprendía todo, se abrazaron con fuerza, con lágrimas que resbalaban, por largo tiempo, antes de entrar en la casa y volver a empezar.


 El ángel, ya no entro, su trabajo había acabado, con esplendido resultado “buen trabajo, como te habíamos prometido, y bien merecido, aquí tienes tus alas” Con gran sadisfacción, al cielo se elevó, con sus nuevas alas, orgulloso de su propio esfuerzo, y la recompensa merecida.


Escrito: 04 de mayo del 2015
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