No puedo explicar por qué hago lo que hago, yo intento cambiar, pero no puedo evitar sentir satisfacción, al hacer ante mis acciones, jamás he querido ser como él, por un lado, mi ejemplo a seguir, mi héroe incondicional, pero también, a quien más odiado y detestado de toda mi vida. Él es el culpable de todo, por él hoy soy lo que soy.
No hay día que no me arrepienta de esta necesidad que me atraviesa el alma, recuerdo de niño yo no era así, al contrario odiaba la violencia, y no toleraba a los que la practicaban, no puedo evitar reírme, ya que es curioso de ello, al ser testigo casi diariamente de gran violencia en mi hogar, pero como enfrentarme, aquel admiraba, le temía al mismo tiempo, aquel que se burlaba cuando me pegaban los compañeros de clase, también debó decir que me protegía, claro después de gritarme, por haberme dejado pegar pero sus medios no eran los acertados para mostrar a un niño de 9 años.
A menudo recuerdo, aquella vez, donde más me marcó, donde todo termino, al mismo tiempo comenzó este monstruo en mi interior… Se volvieron a meter conmigo, compañeros del colegio, yo era débil, muy débil, acababa llorando y lleno de heridas por todo el cuerpo… Él llegó a casa, me vio llorando, repleto de morados, y comiendo helado, de tanto mi madre, me consolaba, me obligó a decirle quien me hizo eso, fuimos hasta su casa… Yo me sentía feliz, porque mi papá me iba defender de esos abusones. Después de darle una reprimenda de gritos, le empezó a golpear, lo tiró al suelo, lo siguió golpeando con más fuerza, me fijé en su rostro, le gustaba, para él era divertido, “Ven hijo, pégale tú también” yo no quería pero me vi obligado, intente negarme, pero era mi padre, debía obedecer. Le empecé a golpear, mi padre me animaba a más, su rostro disfrutaba.
Pero aquello no fue lo peor, no, lo peor estaba por llegar, al llegar a casa mi madre preocupada, mostro su frustración. Mi padre me ordeno que me pusiera mirando a la pared y que contara. Yo así lo hice, con temor, ya que conocía, lo que venía, arrastró a mi madre por los pelos hasta la cocina, la empezó a golpear sin piedad, ignorando sus suplicas, sus sollozos. Intentaba controlarme pero era muy difícil, me estaba desgarrando el alma, lágrimas brotaban por mis mejillas, la rabia se apoderaba. No pude más, me levanté, me enfrenté a él “¡déjala!” pero él solo reía, de mí se burlaba “¿Qué vas hacer tú mocoso? Si tú eres más débil que ella” siguió pegándola, cada vez con más fuerza
La rabia y la ira podían conmigo, cogí mi palo de béisbol, le di en toda la cabeza, sangraba, pero no me importaba, le di, le volví a dar, con más fuerza, hasta que mi madre me sostuvo, me detuvo, pero ya nada importaba, el cuerpo de mi padre yacía sin vida, y mi madre, se encargó del cadáver, que no lo encontraran.
Desde ese entonces, mi inocencia se largó, realmente pasé de niño a adulto en cuestión de segundos. Desde ese día ya no he vuelto a dormir una noche entera, sin horribles pesadillas, ya nada volvió a ser como antes. Mi cuerpo fue creciendo con él, ese monstruo en mi interior, que se desata con la necesidad de matar, pero yo no quiero ser el monstruo que fue mi padre, pero no puedo evitarlo, me ha contagiado, de su maldad, por mucho que intento resistirme, vuelve a mí, lo que más me horroriza, es que me provoca placer, ya no sé, que más hacer.
Muchas veces pienso, que mejor poner a mi vida fin, de esa forma con el monstruo acabar.
Escrito: 09 de mayo del 2015
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