Claudia no lo podía creer, los días pasaban rápido, hasta al punto que ya había pasado un año, un año, en el que en estos días de festividad, vivió algo difícil de creer, algo mágico y especial, un año, en el que encontró a esa persona especial, era consciente, que si contaba la verdad, que fue Santa Claus el que le envió a Erick, la tomarían como chiflada, ya mejor encerrada, pero peor se escuchaba, que lo escribió en un libro de tapas doradas, se hizo realidad.
Un año en el que su vida, dio un cambio radical, en el que sus sueños se hicieron realidad, un año, en el que volvió a creer en la magia de la navidad, un año en el que todo era felicidad, un año más… No podía ser más feliz, en esa navidad no tenía ningún deseo especial, sino seguir igual, con Erick a su lado, no había forma de arrebatar su felicidad. El chico que no le importó la discapacidad, el chico que le hizo vivir, otra realidad, el chico que, junto a ella, tuvieron aventuras, y no hubo barrera ni física, ni mental que se lo pudiera estropear, era más fuerte la voluntad, de estos dos jóvenes, con un corazón enamorado. Erick mostro a Claudia que el corazón no entendía de discapacidad, cuando se enamoraba lo hacía de verdad.
Veinte de diciembre, se acercaba de nuevo la navidad, el frío se hacía notar, los copos de nieve, empezaban hacer acto de presencia. Luces, música, todo estaba preparado para la magia de estas fiestas. Claudia y Erick paseaban por esas calles, animadas, iluminadas, lleno de risas y felicidad, los más chicos, los protagonistas de estos días, mostraban su alegría, y Claudia no pudo evitar ponerse a recordar, lo que ocurrió en ese centro comercial, un año atrás, cuando empezó a creer en la navidad. La cola no era pequeña, todo de niños deseosos que santa Claus les sentara en sus rodillas.
- Qué pena… No está…. Solo es Jerry disfrazado.
- ¿A quién buscas amor? -le preguntó Erick.
- Al responsable de nuestro encuentro, de nuestro amor.
- ¿Como? No entiendo…
- Nada, nada, yo sola me entiendo…. -rió Claudia, sin dejar de conducir su silla de ruedas. Erick se encogió de hombros, siguiendo su paso. Encontraron un cartel que decía <<Pitonisa: descubre que te espera en este nuevo año, déjate llevar por la magia de la navidad>> - ¿Y si entramos?
- ¿No me digas que crees en estas cosas?
- La verdad no creía, pero desde hace un año, descubrí, que hasta lo imposible puede ser real. Vamos, no perdemos nada, puede ser divertido.
- Está bien -se decidió Erick, traspasando esa cortina que hacía de puerta. Se escuchó una campanita. La sala estaba poco iluminada, solo por cuatro velas encendidas. Una mujer de largos cabellos rizados, se encontraba sentada frente una mesa, con una bola de cristal, tal como Claudia había visto en las películas.
- Hola chicos, bienvenidos ¿cómo están? Acercaos, poneos cómodos, ¿en que os puedo ayudar joven pareja?
- ¡¡¡Wow!!! ¡¡¡Adivinó que somos pareja!!! -Se emocionó Claudia zarandeando el brazo de Eric.
- No hace falta ser pitonisa para eso… -contesto con mala cara Eric.
- Pues para mi si, jamás me habían considerado como la pareja de alguien -Seguía emocionada Claudia.
- Lo huelo en el aire, están muy enamorados ¿Cuánto hace que están juntos? Esperen no me digan… ¿Un año? ¿Va hacer el año verdad?
- ¿Cómo lo ha sabido? -Pregunto Eric sorprendido –¡bah! Casualidad supongo…
- Lo de ustedes es algo mágico, como sacado de un libro…
- ¿Pero que está diciendo? -No entendía nada Eric.
- Nada Eric, Claudia y yo ya nos entendemos -le guiño un ojo a la joven. Claudia no pudo evitar reírse.
- ¿De qué está hablando? ¿Os conocíais?
- No, la verdad es la primera vez que nos vemos…
- Esto me está empezando a dar respeto, mejor te espero fuera… -Se levantó de su asiento.
- Un momento Erick, acabo de percibir algo negativo en ti, no me refiero a tu forma de ser, eres un chico como quedan pocos, ya que se están extinguiendo, es tu salud, tu corazón, es el gran secreto del que no hablas con nadie, ni siquiera con tus padres, pero está hay presente, y ahora con más fuerza que nunca. Tienes que hablar, el tiempo se agota, el reloj no deja de hacer Tic, tac. -La mujer se quedó petrificada, al mismo son, que repetía esas palabras, sus ojos parecían de cristal, sin vida.
- ¿Pero cómo usted…? ¿Cómo puede saberlo? No, tengo que salir de aquí -Erick echo a correr, saliendo de aquella pequeña habitación.
- ¡Erick, espera! -encendió los motores de su silla de motor, siguió a Erick. Lo encontró sentado en un banco de hielo, con su cabeza baja, con sus manos apoyadas en ella, con lágrimas en los ojos… -Erick, rey… Si tu jamás llorás, ¿qué pasa? Confía en mi por favor, cuéntamelo…
- Voy a morir, estoy enfermo del corazón, mi sentencia de muerte está escrita.
- ¿Pero qué me dices? ¿Es una broma verdad?
- Ojalá lo fuera, no quería preocuparte, para que no sufrieras, princesita de peluche, eres la reina de mi corazón, jamás he amado a nadie como te amo a ti, jamás amaré a nadie, como te amo a ti, no quiero hacerte sufrir y si sigues conmigo, lo vas hacer, estoy muy enfermo, voy a morir pronto, hace dos semanas me lo confirmaron.
- Pero no puede ser, algo se puede hacer, algo se tiene que hacer…
- No mi vida, mi cuerpo no aguanta más transfusiones, no existe corazón compatible con mi cuerpo, creeme mas pruebas de las que me han hecho, no me pueden hacer… ya no me queda sangre que sacar.
- Pero no puede ser, no te puedes rendir ahora, no en navidad, deber creer en su magia, de verdad existe.
- ¿De qué hablas princesa? -Claudia sacó el libro de tapas doradas y se lo entregó -Este libro me lo mostraste cuando nos conocimos, sí, recuerdo que esta vacío ¿Ya lo escribiste?
- Siempre ha estado escrito, es una larga historia, pero leelo, aunque no lo creas, lo escribí, antes de que empezara lo nuestro, incluso antes de conocerte, por favor leelo.
- Claro que lo haré princesa, que te parece si nos tomamos, un chocolate caliente, para calmar, este momento de tensión.
- Me parece genial, pero contestame algo antes por favor, quiero sinceridad.
- Sinceridad total, te lo prometo ¿Qué quieres saber?
- ¿Qué tendría que pasar para que te curarás?
- Encontrar un corazón compatible, pero mi reina, ya puestos a ser sinceros, lo han intentado, y no habido resultados positivos… No quiero que te hagas la falsa ilusión que aparecerá de la nada.
- Eso ya lo veremos -susurró Claudia para sí.
Claudia no podía dejar de pensar, ante la nueva información que había adquirido ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Por qué él nunca la había dicho nada? Estaba clara la respuesta a la segunda pregunta <<por no preocuparla>> pero entonces ¿No se lo iba a contar jamás? ¿iba a esperar a lecho de muerte? ¿Y santa Claus? ¿Cómo no le ocurrió? Aunque era consciente, que ella solo escribió un chico que fuera un chico, sensible, cariñoso, que te quiere por lo que eres, no por tu físico ni tu silla de ruedas, se enamorara de ti, de alguna manera ella creo a Erick ¿cómo no se le ocurrió que estuviera bien del corazón? Es algo, que ya es de esperar, aunque debía admitir, que, al escribir, solo le insistía en lo que su corazón ansiaba, alguien que la amara. ¿Quién era ella para discriminar? Cuando Erick jamás lo había echo, ahora lo importante era… ¿Qué hacer? ¿Cómo ayudar? Ella poco sabía, lo que tenía claro es que pasaban de las dos de la madrugada, debía descansar, seguramente, tendría más ideas al despertar. Fue una noche intensa, llena de pesadillas, y perdidas, ella debía rescatar.
A la mañana el frío era intenso, pero al menos de nieve no estaba cubierto, con su silla podría salir sin problema, el sol, estaba en lo más alto, abrigaba de esas bajas temperaturas, Claudia, se abrigó bien, se preparó para salir, debía encontrar a Santa Claus, el real, si alguien la podía ayudar solo era él. Se encaminó al centro comercial, donde le conoció. Los adornos y música de navidad era protagonista, los más pequeños no dudaban en disfrutar. Como el día anterior el centro comercial, seguía su festividad navideña “¡Ho, ho, ho feliz navidad Claudia!” Se escuchó por toda la sala, la joven era consciente, que esa voz le resultaba muy familiar, al igual que estaba convencida que no era Jerry. Su corazón dio un vuelco… dio la vuelta a su silla de ruedas. Santa Claus la estaba mirando, sentado desde su trono, el verdadero santa Claus. No era el único, la larga fila de niños también la miraban con ojos curiosos.
- ¡Has venido! -exclamo con alegría y esperanza.
- Claro que he venido es navidad, jo, jo, jo -no tardó en bajarse de su trono, con paso decidido, se acercó a Claudia, susurrándole -he sentido, que me necesitabas -ya hacía un año que Claudia era consciente de la realidad de la navidad, pero aun no se podía dejar de asombrar -Dame unos minutos y estoy por ti -le guiño un ojo, volvió a su trono, sentando en sus rodillas, a otro niño que ya tenía carta en mano.
Claudia y Santa se encontraban en la cafetería de aquel centro comercial, saboreando ese hotdog, que estaba ensuciando el rostro de Claudia de kétchup y mostaza.
- Ui que vergüenza, siempre la lio demasiado, cuando cómo estás cosas -se apenó avergonzada.
- No, tienes porqué, disfruta de la buena comida, no importa lo que tardes, no importa, lo mucho que te manches, lo importante, es que hayas saboreado cada bocado -echo una carcajada Santa Claus -Bueno hablemos, ¿qué te preocupa Claudia?
- ¿Por qué me preguntas? Seguro que ya lo sabes…
- Sí, lo sé, pero quiero escucharlo…
- Jamás podré agradecerte suficiente haberme enviado a Erick, de verdad…
- Pero… -la interrumpió Santa Claus.
- Pero no puede morirse, tiene que ha ver una solución, algo que yo pueda hacer para remediarlo, no se merece ese final… Por favor… -No era un pedido, era una súplica, sus ojos llorosos lo mostraba.
- Pequeña, por mucho poder que tenga, no soy rival para la muerte, esas cosas pasan…
- ¡¡¡Por favor!!! -le cogió del brazo -escribiré otro libro, de tapas doradas.
- Hermosa, no se trata de eso….
- A ver… -sacó un libro de su gran saco rojo, esta vez de tapas plateadas. Se lo entregó. La cara de Claudia se iluminó -no te ilusiones, es un libro normal, para que te desahogues un poco.
- Eso, hay que verlo…
- En serio Claudia no te ilusiones no puedo actuar ante tal cosa -Claudia, poco escuchaba, estaba convencida, que algo mágico pasaría… No tardó en despedirse, después de darle un fuerte abrazo, susurrarle un “gracias” al oído, se apresuró lo más que pudo a volver a casa.
Al llegar apenas saludó, se encerró en su habitación con libro en mano, agarró su mejor bolígrafo, según ella el que le daba suerte, cuando se disponía a escribir, su móvil empezó a sonar, era Erick, que le decía para quedar.
- Ahora no puedo quedar amor, debo salvarte la vida, te llamo mañana -acto seguido colgó y directamente apagó el móvil, poniéndose a escribir de inmediato.
Despertó, con los rayos de sol, dándole en la cara, abrió los ojos, se encontró en su cama, ignorando el cómo había llegado hasta allí, nuevamente, se quedó dormida, escribiendo, solo rezaba para que se hiciera realidad. El teléfono sonó, no era más tarde de las nueve de la mañana.
- Claudia, es la madre de Erick, es importante -le pasó el teléfono con rapidez, su madre angustiada. Claudia le dio un vuelco el corazón, de la felicidad que sintió, convencida que su deseo se había hecho realidad, pero fue otra la noticia, que para nada esperaba escuchar:
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡No puede ser! Sí, si voy para allá, gracias por avisar -No tardó en colgar con desesperación y angustia -Erick está muy mal, su corazón no pudo más…. No puede ser… yo no escribí eso, no, no se puede morir -antes de ir al hospital, se dirigió al centro comercial, con la esperanza de encontrar al verdadero santa, pero para su decepción solo estaba Jerry -Santa, te necesito, por favor, ven, ¡por favor Santa Claus, te necesito! -alzo tanto la voz entre lágrimas, que unos cuantos niños y sus padres, se la quedaron mirando. Cogió velocidad con su silla y desapareció de aquel escenario.
- ¿Claudia me llamabas? -siento haber tardado, estaba con los niños que están hospitalizados en estas fechas, es algo muy triste para ellos. Claudia no espero para abalanzarse entre sus brazos, e hinchar a llorar -Eh Claudia, ¿Qué te ocurre? ¿Es Erick? -ella afirmo con un gesto de cabeza.
- Lo siento mucho, me figuro que no fue eso lo que escribiste… -Ella confirmo -ya te dije, que solo era un libro normal, sé que es injusto, sé que Erick no se lo merece, pero esas cosas pasan, yo no puedo hacer nada -se apenó el verdadero santa, abrazándola con fuerza, sintiendo su pena -corre, ve a su lado, él te necesita, y tú también estar con él, cada segundo cuenta -Claudia confirmo con un gesto de cabeza, con velocidad máxima echo a correr dirección al hospital.
A Claudia, se le rompía el alma, en ver a su amado, en ese estado, inconsciente, lleno de máquinas, tubos, y medicamento, una lágrima, le resbalaba por la mejilla, pero debía ser fuerte, porque la madre de él, ya lloraba desconsoladamente, al verla, abrazó a Claudia, ambas lloraban desconsoladas. El día pasaba, se acompañaban, observan el estado crítico de Erick, y como empeoraba “Por favor Santa, tienes que hacer algo, no puedes permitirlo” Suplicaba Claudia sin decir palabra. Era 24 de diciembre, pero Claudia no tenía nada que celebrar, mejor se la pasaba en el hospital, para un milagro en navidad, no podía ser que el mismo milagro que se lo dío, ahora se lo arrebatara, no, no, podía ser…
Santa Claus era consciente, de la desesperación de la joven chica, realmente, se le partía el alma, él no podía hacer nada, no podía salvar a ese muchacho, iba en contra de las normas, el protocolo, pero le dolía tanto el sufrimiento de la joven, sus suplicas desesperadas, que fue hablar con su capataz, era consciente que no podía hacerle inmortal, pero quizás indirectamente salvarle de la muerte… Echo un vistazo de lo que ocurría en el mundo, en la misma ciudad de Claudia, un accidente muy fuerte pasaba, un accidente, con víctimas mortales, el fallecido era donante de órganos, quizás sí, tuvo que intervenir un pelin, para que el corazón de ese fallecido, fuera compatible con el de Erick, por lo demás vino solo, lo llevaron a ese hospital, donde moría justo llegar.
La puerta de la habitación de nuestro protagonista, se abrió de par en par, con desespero se llevaron a Eric, hacerle el transplante soñado, tras ocho horas en quirófano, se encontraba en la UVI, Claudia le acompañaba, le apretaba la mano con fuerza, suplicándole que no se fuera, que no la dejara sola en la tierra. Había convencido a la madre de Eric que se fuera a descansar un poco, de tanto ella se quedaba, cualquier cosa la llamaría. Las horas pasaban, la tarde se hizo noche, las doce tocaban “despierta” algo en su interior, le hizo abrir los ojos, se había quedado dormida, despertó al mismo son que las doce campanadas, que indicaban media noche, o en otras palabras, el día de navidad.
- Feliz navidad Erick -se sobresaltó al notar un apretón en su mano derecha, no tardo mucho más en ser consciente de otra realidad, los ojos de Erick estaban abiertos. Al mismo tiempo la decoración de la habitación cambiaba, totalmente en un toque navideño, totalmente por arte de la magia de la navidad.
- Feliz navidad preciosa.
Claudia miro al cielo con lágrimas en los ojos, agradeció eternamente, a Santa Claus y su magia de la navidad “feliz navidad Claudia” se escucho por toda la sala, sin a ver nadie más en ella, pero ella no se asustó, supo bien quien le hablo:
- Feliz navidad santa Claus, los milagros existen, solo tú los haces posibles
Escrito: 24 de diciembre del 2015
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