Nevaba, hacía décadas que no lo hacía, en aquella zona de Sant francisco, menos un 23 de diciembre la gente se asombró agraciad amente, al notar los copos blancos cayendo del cielo, algo asombroso era, “Milagro de navidad” se escuchaba por la ciudad. Un aullido se escuchaba a lo lejos, a la misma, el llanto de un recién nacido.
El padre Jonás, salió al exterior a contemplar el paisaje de postal, que pocas oportunidades había de ver, cual fue su sorpresa, al encontrarse, una cesta en la puerta, se agacho a ver, teniendo de frente, a un bebé, el llanto era destacable, asta que le miró a los ojos, esos ojos azules, el recién nacido, detuvo su llanto, al instante, y marcó una leve sonrisa. “ Ho pequeño ¿Qué haces aquí?” en el cesto había una nota con una sola palabra “Nicolas” “¿Nicolas? ¿Es ese tu nombre?” Y sin más palabras, cogió el cesto, con el bebé dentro, lo metió en la iglesia, cerrando la puerta de esta.
Los días, semanas, meses, años iban pasando y Nicolas iba creciendo en aquella casa de acogida, donde habían mas niños como él, sin el calor de un hogar, de una familia. Diariamente, algún niño abandonaba el lugar, para irse con su nueva familia, deseosos de dar amor, a este que tanto lo necesitaba. Nicolas, no fue excepción, algún matrimonio, se había fijado en él, querían que formara parte de su familia, pero el pequeño se negaba decía “qué él debería quedarse y ayudar a encontrar la felicidad a otros niños en su misma situación” ya esos padres en otro niño, se fijaban, a otro hogar marchaban, mientras otros niños llegaban. El pelo negro noche de Nicolas, resalta con sus ojos claros como el mar y su piel totalmente clara. Era un niño que no llegaba a los nueve años, pero era totalmente desinteresado, pensaba antes en los demás, que en él mismo. Animal que encontraba herido, al hospicio se lo llevaba, intentando por todas, curarle, las Hermanas del lugar no sabían como animarle, cuando el animal no sobrevivía. El pequeño pillaba un desconsuelo imposible de consolar.
- Nicolas ¡¿Dónde vas?! -Le gritó Sebastian, observando como su amigo corría hacía el bosque. Sebastian era el mejor amigo de Nicolas, habían crecido juntos, aunque Thomás era dos años mayor que él, y consideraba a Nicolas como su hermano pequeño, lo mismo con Sebastian, Nicolas -¡Sabes que no podemos ir solos al bosque!
- ¡Hay un amigo que necesita mi ayuda! -exclamó sin detenerse.
- ¡Oh rayos! -Reaccionó, ya que era costumbre, en meterse en líos por ayudar a los mas indefensos, pero no tardó en correr tras de él -¿A donde vamos? -preguntó, sin dejar de correr tras de su amigo. Nicolas se detuvo, escuchando el silencio, excepción del viento.
- Es por aquí -no bajaba el ritmo Nicolas. Llegaron a una llanura, donde Sebastian quedó fascinado, al ver una familia de renos, no se asustaban, más bien, les daban la bienvenida -él es thomás, mi amigo, no tengáis miedo, ¿Qué ha pasado? ¿Donde está Rudolph? ¿Está bien? Los renos se abrieron paso, dejando a la vista, un cachorro de reno, con su pata mal herida -¡oh no! -el animal empezó hablar en su idioma -oh si, entiendo, que mal....
No tardaron ni quince minutos en volver al mismo lugar:
Aquella noche, los dos amigos estaban a oscuras en su cuartos, dos camas individuales pequeñas, separadas por una mesita de noche, que contenía una pequeña vela, el libro de “Mobi dick”
Cada navidad la casa de acogida ayudaba de alguna forma a la ciudad. Ese año, tocaba ir a los comedores sociales que atendían a los menos favorecidos, niños, adultos, adultos mayores. Nicolas, no podía con tanta tristeza, él era muy sensible ante todo eso, y notaba que su alma, literalmente se partía en dos, lágrimas brotaban por sus mejillas.
Sebastian dormía, cuando un ruido le despertó. Descubrió a Nicolas vestido, con una mochila en su espalda caminando sigilosamente hacía la ventana.
Eran cerca las dos y media, cuando los dos niños, salían de la casa de acogida, de puntillas, sin hacer ruido, ni encender alguna luz. El frío penetraba asta los huesos, algo desorientados, pero no perdidos, avanzaban con paso decidido, con Hino como guía, unos cuantos mas duendes del bosque, cada uno de ellos llevaban una mini mochila en su espalda. Las luces de las farolas, les dio la bienvenida, sigilosamente, se asomaron por la ventana. Todo estaba en silencio, a oscuras...
- ¡Milagro, milagro! ¡Niños es un milagro! -gritaron las monjas del convento, mientras ponían el desayuno sobre la mesa, los niños sentados alrededor de esta -Cristo se ha manifestado, en el hospicio de los pobres, avido un milagro, comida, ropas, regalos... la navidad a llegado, ¡incluso un árbol! -Sebastian se atragantó con su cuenco de leche. Nicolas le guiño un ojo, marcando una sonrisa.
A Nicolas algo estaba pasando, que a nadie estaba contando, es que su corazón estaba fallando, nadie estaba enterado, ni siquiera Sebastian, su mejor amigo, mas que amigo, hermano. Pero Nicolas debía llevar eso solo, tenía una misión, en ese planeta, aunque estuviera poco en ella, pero estaba logrando su cometido, ayudar a los menos favorecidos, menos favorecidos que él, nacidos en la pobreza, abandonados por sus familias.
Escrito: 16 de enero del 2019
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