Si, estas líneas son, un intermedio, de reflexiones, con vivencias, para nada positivas, pero a la misma vez, con final feliz. Ya conocéis bien mi historial de acoso sexual, que gracias a un Dios bondadoso, misericordioso, amoroso y justo, no llegó al fatal desenlace… por otro lado, he sufrido violencia extrema, psicológica, incluso física, pero sobre todo quiero resaltar, está última…
Sí.. también… violencia física extrema, ¿os creíais que no sentí ni una pizca de dolor? no, no tenía ni una gota de alcohol o sustancia en el cuerpo… simplemente estaba horrorizada por lo que estaba viviendo, pero no sentí ni un dolor… Muchos dirán que era un mecanismo de adrenalina, de defensa de supervivencia, yo estoy convencida, que ahí estuvo mi Papá celestial protegiéndome, manteniéndome a salvo. Muchos dirán, si estuvo Dios, porque permitió tal violencia, pues aunque no creáis, o no comprendéis para evitar una violencia muy superior, que pasó tiempo después, si me hubiese tocado, mi hija, que estaba en mi vientre, con apenas 12 semanas de gestación, hubiese muerto, esa niña, tiene propósito en el pensar de Dios, está niña, fue creada para mi, para salvarme a mi, de mas de una manera (y no, no me refiero a que me cuide, cuando crezca)
Ahora hablemos, de todo el acoso sexual que he sufrido, desde que tuve la independencia, la libertad de salir de casa, y no, no de desconocidos, que aparecen de los callejones oscuros, realmente en mi caso, ha sido por vecinos, por cuidadores, por clientes, de mi venta de cupón… Nuevamente gracias a Dios, no llegó el fatal desenlace… Pero sí quiero destacar a ese cuidador del centro para personas con discapacidades, que yo iba los veranos en mi adolescencia, juventud, ese hombre, que pasaba su sexta década, que abusó sexualmente, de muchas chicas con discapacidades severas, que no se podían defender, que no podían exponer, que no podían gritar: ¡No! (lo supe al final) y conmigo también lo intentó, yo en la furgoneta, preparada para volver a casa, con la silla bien engrajenada, sola, mientras iban a buscar, a los demás… llegó él, empezó a tactarme, en mi pectoral, puse mis brazos en medio, yo sí grité que parara… él solo reía, y reía… llegaron los demás, él marchó como si nada, y yo volví a la seguridad de mi hogar, sin decir nada, a nadie… ¿por qué? No sabría explicar, era una niña en cuerpo de joven de 18 años… en el fondo me aterrorizaba más, que si hablaba, quedarme de nuevo violentada, encarcelada entre cuatro paredes de mi casa…
Acabó el verano, yo dejé de ir y entre lágrimas dejé de ir ¿por qué? supongo que ir los veranos allí, rompía mi aburrida rutina, me hacía tener una adolescencia normal… a la semana siguiente, ya volvía a ir, mientras llegaban el regreso a las clases, saludé al conductor con felicidad extrema, también, a todos mis compañeros y compañeras… y demás. “Ahora iremos a buscar a Carlos, el abuelo… “quien me tocó” pronunció inocentemente el conductor. Me quedé helada, entonces él siguió “sii tuvo una embolia, no puede caminar, no puede hablar” aún no era muy creyente por aquella época, pero vi claramente, la justicia de Dios, de aquel que me acosó, que me tocó, de aquel, que cosas peores, hizo a mis compañeras, que no podían hablar, que no podían defenderse…
¿Aun no creéis que Dios estuvo ahí? él estuvo ahí, todo el tiempo, quizás en su momento no podía entender… pero echando una mirada hacía atrás hago consciencia, de lo catastrófico que hubiese sido, si Él no me hubiese cuidado… para terminar, la violencia psicológica vivida, una violencia protagonizada por sociedad enfermiza, discriminatoria, discapacitada. Una violencia psicológica, por la persona que mas me debería apoyar: “Tú nunca tendrás, tu nunca podrás, a ti nadie te amará” aparte de esas tres frases que se quedaron marcadas con fuego en mi subconsciente, aparte de palabras muy duras, un carácter muy complicado, una adolescencia sin amistades, sin salidas, estar entre cuatro paredes, sin la libertad de salir cuando me apeteciera, la ignorancia de un padre, que no me comprendía, con eso me ignoraba, sin intentar, que mi vida fuera un pelin mas normal… en ciertas situaciones, rozando y avanzando, la violencia psicológica, marcando duramente la adolescencia de una joven con discapacidad, que veía de todo menos igualdad, de esa manera… Realmente ahí… también estaba mi Dios, porque si no hubiese tenido ese progenitor… probablemente no hubiese logrado, ni la mitad de lo que he hecho.
Sí cierto se crearon heridas muy profundas, pero poco a poco, con tiempo y paciencia, se van sanando, pero sobretodo, cuando hago consciencia, cuando me siento abrazada, por aquellos que me aceptan, por aquellos que me valoran, por aquellos que me hacen parte de, es ahí cuando sano… cuando suelto un pelín esa pesada carga… con paciencia, respeto y compasión, también ahí ha estado Dios conmigo conduciéndome, aquellas personas, que me llenan de amor, todo lo que más he necesitado me llega de la nada…, a la misma, que me voy fortaleciendo la mujer que soy hoy… todo por obra de mi Padre celestial, siempre estuvo aquí, principio y final, ese abrazo eterno...
No hay comentarios:
Publicar un comentario