Miguel no entendía que hacía allí, de la noche a la mañana, unos desconocidos, habían ido a por él, le habían metido en aquel lugar a la fuerza, de lo último que recordaba era una bola de fuego en la casa, le costaba respirar, después su visión se volvió oscura como la noche, despertó en el hospital solo, sin papá, sin mamá, sin la abuela lidia, sin la abuela esperanza, sin el abuelo Jaime, sin el tío Daniel, etc… solo un montón de desconocidos, con bata blanca.
Él no entendía porque no podía regresar a su casa, con toda su familia, todos aquellos desconocidos, le decían que el fuego se había llevado todo, todo lo material, todos los cuerpos y sus almas… él no llegaba a entender “lo siento pequeño, pero han muerto” ¿Muerto? ¡No! La muerte no existía, su abuelita lidia así se lo explicó, que siempre, el espíritu estaba con nosotros, junto a los seres queridos…
Fueron días en ese hospital, los médicos iban y venían, haciendo su trabajo, pero nada más, nadie hablaba con él, excepto esos escasos momentos donde le medicaban, lo duchaban o le pinchaban, por las demás horas, físicamente solo, pero en muy buena compañía, sobre todo en las frías y solas noches, en el que su buena amiga luna, ahí estaba dándole ánimos y apoyo, mucho apoyo, sabía que era solo ella, que, en ella, en la luna, estaba su papá, su mamá, todos sus yayos y yayas, sus tíos… Sí… él los veía en ella, y hablaba con ellos…
Sabía que nadie le creía, pero estaba convencido, que la luna se acercaba cada vez más y más a ese cristal, para mejor escuchar, todo lo que Miguel se susurraba, y sobre todo le suplicaba que no lo abandonará, que con ella se encontraba todo que él era, todo su ser…
En las frías noches de aquel
hospital, cuando nadie se acercaba a esa oscura habitación, sin más sonido, que
el “toc, toc” de las gotas del gotero, que le daban alimento y alivio, al dolor
del fuego… llegaba la luna, su mejor amiga, su mejor confidente, y sabía que no
llegaba sola, para nada, sino con toda su familia, sobre todo ese 31 de
octubre, él no estaba solo en esa habitación, su mamá, su papá, el tío Daniel,
sus abuelos, sus abuelas, todos ellos estaban con él en esa habitación, la luna
los llevo, hablaban, reían… comían los manjares más gustosos y predilectos, de
él, de Miguel. Ellos le recordaron una canción, una canción que pasó de
generación en generación, así seguirá siendo, Miguel, se lo cantará a sus
hijos, ellos, a sus nietos… la tradición seguirá hasta el fin de los tiempos…
Pero esa noche, les tocaba a ellos cantarla, todos juntos a Miguel, que seguía
en esa cama, igual de enfermo, con única verdadera compañía de la luna, y su esplendor….
“Recuérdame” Sí, esa era la canción. La luna iluminó toda la habitación oscura,
todos los familiares de Miguel, hicieron una rueda a su alrededor, alrededor de
aquella cama, que él estaba tumbado, con ello, iniciaron el canto… Incluso en
aquella noche estrellada, Miguel hubiese jurado, ver como la propia luna,
también cantaba:
“Recuérdame hoy me tengo que ir
mi amor
Recuérdame, no llores por favor
Te llevo en mi corazón y cerca me
tendrás
A solas yo te cantaré soñando en
regresar
Recuérdame, aunque tenga que
emigrar
Recuérdame, si mi guitarra oyes
llorar
Ella con su triste canto te
acompañará
Hasta que en mis brazos estés,
recuérdame
Recuérdame hoy me tengo que ir mi
amor
Recuérdame, no llores por favor
Te llevo en mi corazón y cerca me
tendrás
A solas yo te cantaré soñando en
regresar
Recuérdame, aunque tenga que
emigrar
Recuérdame, si mi guitarra oyes
llorar
Ella con su triste canto te
acompañará
Hasta que en mis brazos estés,
recuérdame…
Así fue que, con la última sílaba
de la última palabra, ese recuérdame de tradición en tradición, el pitido
continuo de las máquinas anunciaba el fin de la vida en cuerpo del pequeño
Miguel, las quemaduras de ese incendio, acabaron siendo mortales para el
pequeño, al igual que el resto de la familia, aquel 31 de octubre, todas las
almas reunidas en ese hospital, acompañaban al espíritu de Miguel, a ese nuevo
mundo a ese nuevo ser…. Como dice la canción “hasta que en mis brazos estes”
Así fue, que Miguel ya volvía a estar, en los brazos, en el cobijo de su
familia, y su mejor amiga la luna, y voló sin pensar más al más allá…
Escrito: 19 de octubre del 2021
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