Ella esperaba levantada el reloj marcaba más allá de media noche, no era normal, que no estuviera acstada, normalmente a las once, ya estaba metida en la cama, pero aquella no era una noche normal, para ella no, no entendía como el padre de su hija, podía dormir tan a gusto “está con varias amigas, estará bien” fue la respuesta de este, pero ella no podía compartir tal tranquilidad. Las horas pasaban, sus ojos seguían como búhos, a su mente parecía que la habían dado adrenalina
Cogió papel y bolígrafo, no dudó en expresar lo que sentía, lo que no podía evitar:
Sé que ya no eres una niña, que ya eres adulta, pero es tanto, el amor de una madre, que hay ciertos puntos que no puedo evitar:
- No puedo evitar verte como la niña que fuiste ayer, que ya no eres, lo sé, pero para mi siempre serás esa niñita a la que hay que cuidar.
- No puedo evitar Que tropieces, que caigas, aunque eso me desgarre el alma.
- No puedo evitar que te enamores, que te rompan el corazón, pero ten por seguro que lloraré contigo.
- No puedo evitar que te hagan daño. Ya no eres una niña, no puedo acompañarte cada segundo de tu vida, desgraciadamente vivimos en un mundo donde domina el mal, pero ahí voy a estar a tu lado, sufriendo contigo.
- No puedo evitar amarte más que a mi vida, que sin ti, no me queda nada.
El abrir de la puerta la devolvió a la realidad, ahí estaba ella, mirándola con una sonrisa, feliz, conoció un muchacho, muy simpático, estuvieron hablando, tomaron una copa, ella invito, se dieron los teléfonos para volver a quedar. Ella sonrió aliviada, recordó que era su hija, sangre de su sangre, que la había educado lo mejor que había podido y sabido, que debía confiar en ella, porque ante todo era responsable, y sabía muy bien como actuar.
Escrito: 16 de junio del 2015
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