Carmen caminaba por la calle, hacía un día soleado, sin viento, un cielo tan claro, que te obligaba estar de un humor excelente.
- ¡Calla perro, que estás imbécil, eres un inútil, camina perro, camina! –Carmen no pudo evitar fijar la vista en la escena. Un hombre de grandes músculos y barriga cervecera, estaba pegando con una madera al animal, ese labrador rubio.
- Ei deténgase ¿Qué esta usted haciendo?
- Callase, esto no es asunto suyo –se dirigió a Carmen –pedazo inútil, te vas a enterar… -levantó la madera al aire.
- Basta, no pienso permitir que pegue a este animal, si tengo que llamar a la policía lo haré –se entre puso en medio la mujer.
- ¡Maldita sea! Maldigo los cuernos de esta mujer –mascullaba entre dientes.
Los días siguientes la mujer, investigo a ese maltratador de animales. Descubrió su casa. El hombre no tenía opción, no se fiaba de las mujeres y menos de esa, que estaba muy predispuesta, a meterse donde no la llamaban, le podría meter a él en un buen lio, no le quedó otra que morderse la lengua y callar.
Días más tarde, Carmen, andaba por la calle, cuando dos chicos con paso decidido se entre pusieron en su camino.
- Oye guapa ¿a donde crees que vas? –Carmen ni los miró, siguió su camino.
- Dejarme pasar tengo prisa –expresó notando como el cuerpo de ambos, se interpusieron a su paso.
- No tanta prisa guapita… aun no has contestado a la pregunta de mi amigo…
- O si quieres… puedes venir con nosotros… te garantizamos diversión asegurada… pero antes… danos todo el dinero que tengas…
- Dejarme pasar por favor, prometo no decir nada a nadie –Carmen notaba como sus manos sudaban, su corazón latía con fuerza…
- ¿Estas sorda o que? –le mostro una navaja de lo más afilada. Sus ojos claros, no pudieron evitar agrandarse.
- Esta bien, esta bien, tomad, coged lo que queráis de mi bolso, pero por favor no me hagáis daño –les entregó el bolso con sus manos temblando.
- Tranquila muñeca, te va ha gustar… -todo ocurrió con rapidez, en menos que Carmen se diera cuenta, un labrador de pelaje dorado, se lanzó al dueño de la navaja.
- ¡Ladrones, ladrones! –grito al fin. Todos los de alrededor voltearon, murmurando unos a otros sin dejar de ver la escena. Al fijarse, el animal estaba sobre de ellos, mostrando sus mejores dientes –pero si eres… ¡eres el perro que aquel hijo de su madre insultaba y pegaba! ¿pero que haces aquí? ¿donde esta él? ¿Y tu collar?
- ¿Señora está bien? –se acercaron unos cuantos.
- Sí, sí gracias…
La policía no tardo en llegar, deteniendo a los responsables, devolviendo a Carmen, todas sus pertenencias robadas.
- ¿Se encuentra bien señora? ¿le han hecho daño?
- Estoy bien gracias, él me salvo –le señaló al perro, que se encontraba a su lado, lamiéndole la mano.
- Es el perro de Flanders… ya lo abandonó…
- Sí, se vio acorralado, ante tanta denuncia… hace días que anda suelto el pobre animal.
- ¿Lo abandono? ¿Qué pasará con él ahora?
- Habrá que llevarlo a la perrera, ha ver si allí le encuentran un lugar.
- ¿A la perrera? –se sobresaltó -¿Qué abría que hacer para que me lo pudiera quedar?
- ¿Está segura de querer quedárselo?
- Agente, este animal me acaba de salvar la vida… es lo mínimo que puedo hacer –en su voz se distinguía emoción.
- Esta bien… espere aquí iré a buscar el formulario.
Carmen se sentía nerviosa respondiendo todas esas preguntas, después observando como los policiales, realizaban todas aquellas llamadas, aquel paso decidido de un lado a otro, y después… más preguntas, sentía su corazón latiendo con fuerza, notaba el aliento del animal, a su vera, de tanto en tanto un lametazo de su parte. Ella le miraba nerviosa, con una débil sonrisa en sus labios.
Pues bien, eso es todo, gracias, por atendernos, ya cuando quiera se puede llevar el animal con usted –Carmen no tardó en dar un grito de alegría. Su nuevo amigo ladró, no tardo en subirse a su cintura a dos patas. Ambos estaban felices de poderse tener como amigos, en el que no se separarían nunca jamás.
Escrito: 30 de noviembre del 2013
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