Para nada pensé que me sentiría identificada.
Pero ahora que voy conociendo mas profundo ese libro, con montones de
testimonios, de una era que ni conocemos, es parte de la historia.
Sí, nunca imaginé la verdad, que
me sentiría identificada con algo de ello, pero conociendo “la parábola de hijo
pródigo” sentí un escalofrío en mi interior, algo me hizo clic, es que yo acabé
igual… Lo tenía todo para ser feliz: matrimonio, niña pequeña, casa de
propiedad, un buen trabajo, pequeños lujos que nos ayudaban en nuestra vida
diaria…. Malgastemos lo poco que había, mis padres no me echaron, pero si, no
supe valorar bien lo que había, como a “Job” llegó el Diablo, transformado en
drogas, fue ganando batalla a batalla, como el hijo pródigo, malgastaba todo lo
que tenía… hasta quedarme sin nada, asta
perder, lo que jamás pensé que perdería, mi matrimonio, una parte de mi, moría.
Ahora miro atrás, duele aún más, no
teníamos grandes comodidades, pero teníamos lo suficiente para vivir bien, lo
desperdiciemos, por escuchar las voces inadecuadas. Por creernos los reyes del
lugar, ignorando lo pequeños que somos, en este inmenso lugar llamado planeta
Tierra.
Volví a mi lugar de origen, a la
casa que me vio crecer, en que la realidad, me fui con 22 años, pero mentalmente
tenía 15 años, ahora, tengo 35 años, creo que la misma edad mental, después de volver
del infierno, ves todo de otra perspectiva, pero en esa parábola, puedo
entender al mayor de los hermanos, quizás ese padre, debería haberle demostrado
más el afecto. Está bien que llegue el hijo perdido, se le habrá los brazos,
como hicieron mis padres conmigo, cuando supieron mi problema con las drogas,
pero no se pueden olvidar, no pueden dar por sentado, que los demás hijos ya
saben, los padres deben mostrar siempre y esta bien los siguientes versículos “Él
entonces le dijo: Hijo, tu siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” “Más
era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este, tu hermano era muerto,
y ha revivido, se había perdido y es hallado” (Lucas 15.31-32) pero el trabajo
de ese padre, mostrar el mismo afecto, y cariño a su hijo mayor, el mismo que
mostro al menor de sus hijos.
Resumiendo: por jugar con el
diablo, perdí todo, incluso la perspectiva de mi persona, como el menor de los
hermanos de esa parábola, volví a mi lugar de origen, a la casa que me vio
crecer volviendo a esa época de descubriendo mi identidad y soledad, pero con
la madurez mental, necesaria, para afrontar esta nueva etapa, el después de
volver del inframundo, con las consecuencias que eran inevitables.
Escrito: 29 de septiembre del 2022
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