Cuenta la leyenda, que ya
cuando suene la última campanada, cierra los ojos, tu deseo será real…
Fue un año terrible, sobre todo
el último mes, la muerte de mi padre en aquel accidente de tráfico, él
tranquilo, parado en aquel semáforo, cuando le envistió aquel borracho, dejando
el coche nefasto, ni tiempo de llegar al hospital, que murió en el acto, lo
peor de todo, que aquella mañana discutimos por una tontería, maldita tontería,
que la última palabra que le dije a mi padre fue “Te odio”
Tras las 12 campanadas y comerme
mis 12 uvas, me acosté satisfecho de haber pedido mi deseo, no es bueno
trasmitirlo, por ello, guardo boto de silencio, pero al despertar ese 1 de
enero, lo primero fue sentir el olor de las tortitas que hacía mi padre, no era
posible, pero su voz resonante y un pellizco en mi piel, confirmó que no estaba soñando que aquello era
real, di un salto de la cama, baje las escaleras de dos en dos, lo vi, allí
estaba, mi padre, haciendo malabares con la sartén y las tortitas en ella. Me abalancé sobre él abrazándole con fuerza, casi provocando un accidente…
- Oh hijo
yo también te quiero, pero parece que no
me has visto en un mes -esas fueron sus palabras, y él ignoraba asta que
punto eran realidad… Me fijé en el calendario, marcaba un mes atrás, más bien
en el día más terrorífico de toda mi vida… para nada iba a discutir con mi
padre ese día, menos aun iba a dejarle salir de casa.
Fue un día muy entretenido y
divertido, ignoraba cuando me sentía, yo tan feliz, bueno, si claro, le estuve
ayudando arreglar cosas de la casa, ya iniciaba esa última tonta discusión que
tuvimos, pero no le seguí le di la razón en todo, todo, pero me olvide de un
pequeño detalle, es que él era psicólogo, tenía pacientes caseros, qué él iba a
sus casas, en caso de una emergencia, obviamente, como aquel día, el teléfono sonó,
con un paciente desesperado, como era de esperar, mi padre no pudo decirle no,
por mas que suplique no creía mis razones (nadie lo hubiese hecho) se ve lo mas
apurado posible, me quedé verdaderamente sufriendo, pero si había tenía esa
segunda oportunidad, algo debía ser diferente, respire hondo, espere con toda
mi alma, que no me equivocara. Mi móvil, lo tenía a todo volumen, a diferencia
de un mes, que como estaba enfadado, lo tenía apagado, ahora me ponía a pensar,
que menuda idiotez la mía… De repente el teléfono sonó con verdadera desesperación, al igual que mi corazón, de la misma manera lo atendí… la noticia que no escuchar, se pronunció “Su
padre ha tenido un gravísimo accidente, vaya al hospital” Con verdadera
desesperación de la casa salí, derramando lágrimas, y suplicando al cielo. Al
llegar, al entrar en aquella habitación de hospital, con olor a desinfectante, lo
vi, allí estaba, aun había esperanza, entubado asta los pies, le cogi la mano, “papa,
lo siento mucho, papá lo siento mucho, papa, te amo…” Llegué a escuchar “Yo
también hijo, eres mi mayor tesoro, se feliz” fui consciente, fui testigo de su
último suspiro…
Volví a despertar, en el tiempo
real, sin entender nada… por que el destino me dio esa oportunidad… ¿para ver
morir a mi padre igual? No entendía nada… por mas vueltas que le daba no entendía…
Es que era cierto, yo pedí despedirme de él, el destino, me dio la oportunidad
de despedirnos con amistad, sin recelos sin remordimientos, ni enfados, seguía
teniendo un ángel protector allá en el firmamento, pero le pude decir adiós, un
te quiero real y profundo. con todo sí, se cumplió mi deseo en esas doce
campanadas, después de esas 12 uvas, y siempre creería en ellas
Escrito: 01 de enero del 2022
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