A ti mujer, que estás en la barra, con tu tercer cubata, con ese vestido, con esos tacones, ese aire seductor, que quita el aliento.
Diriges tu mirada a mí, me guiñas un ojo, me provocas, con tu belleza que deslumbrá, me provocas una vez más, te acercas, sigilosamente, invitándome a una copa, me susurras al oído aquello que quiero escuchar… me provocas un escalofrío por todo el cuerpo… Aunque me encantaría mi respuesta es no, no puedo acostarme contigo.
Te sientes ofendida, empiezas, a tocarme, a desnudarte, ahí mismo, la gente, los hombres te rodean, te animan a seguir, entre gritos de lujuria, yo te detengo, no porque no seas hermosa, o me desagrade tu físico. No, ese no es para nada el motivo…
Escuchame bien mujer, eres una preciosidad de cabeza a pies, mi deseo no es tan distinto al tuyo, con la diferencia, que en tu caso es el alcohol que está hablando, sería un delito actuar ahora, tú crees que sí, pero quizás realmente es no. Yo como hombre debo respetarte. Actuar en ese modo, no llegara a ser la experiencia que quieras que sea, es muy posible que no te acuerdes de nada o realmente no sea la experiencia que esperabas, y tu cerebro omita, los momentos más vergonzosos. Se trata de disfrutar los dos, no tiene ningún sentido, cuando tu, no puedes hacerlo.
Tienes el lívido por todo lo alto, lo sé, pero no es tu cuerpo, el que habla, es el alcohol que te has tomado, quien acceda, a ese deseo en tu estado, realmente te está violentando, no yo no quiero ser ese desgraciado, que no solo te arrebata tu cuerpo, sino también, tus sentimientos, tu libertad, tus derechos como mujer.
Abra más oportunidades, por mi parte no habrá problema, pero necesito saber, tu respuesta sincera…, vamos a mi casa, te invito a café, si te duermes, te arroparé, me iré al salón, para que tu descanso sea completo.
Escrito: 20 de noviembre del 2015
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