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martes, 14 de abril de 2020

Diario personal: El parto




Ya estaba todo programado para la llegada de Victoria, 24 de septiembre cesaría en el hospital Trueta de Girona, pues a menos de 48 horas de ese día, ya solté el tapón mocoso, no tarde en ir al hospital del pueblo, donde me hicieron una revisión rápida, en principio me dijeron “estás dilatada de un centímetro, aún falta” pero en cuanto me pusieron las monitorización de la bebé, se dieron cuenta, que ya tenía contracciones, ya aquello estaba iniciando, que Victoria Sofía, ya estaba preparada para salir al mundo, podía ser cuestión de horas o días, me mandaron para casa, que cualquier cosa, ya me fuera, para el hospital de Girona, donde tenía ya preparada la cesárea, dos días  más tarde.

Tal como me dijeron volví a la casa de mi madre, esperando que mi esposo terminara de trabajar, mientras tanto, mi cuerpo, no dejaba de tener contracciones cada 10 minutos, algún que otro minuto menos. Visto lo visto, sobre las 10 de la noche, nos fuimos en taxi al hospital indicado, a una hora de distancia de donde vivimos, curiosamente, en esa hora, no tuve contracciones, estaba convencida, que habíamos hecho el viaje en balde, nos devolverían a la casa. La cosa cambio, al bajar del vehículo volvieron las contracciones, cada vez más seguidas, cada vez, mas dolorosas. Me hicieron un chequeo rápido “estás dilatada de cuatro centímetros, de aquí hoy no sales, adelantaremos la cesaría” realmente me entro respeto, gran respeto, ahí estaba a mi lado, mi esposo, en el que me dijeron que al ser una operación y de urgencia, él no podría estar conmigo, me pusieron una sonda, empezaron a prepararme las vías en los brazos, sí, en ambos brazos, , no me encontraban la vena, al mismo tiempo con contracciones, eso aumentaba mi inseguridad, y mi temor, me despedí de mi esposo, me llevaron para quirófano, allá seguían preparándome, poniéndome una mascarilla de oxigeno entre otras cosas, me sentaron aguantándome entre cuatro, llegó el momento de la epidural, la inyección mas temida, por el hecho de un mínimo movimiento involuntario, mi discapacidad podría aumentar considerablemente. Los médicos fueron muy pacientes, y amables, había una doctora, que estaba conmigo, explicándome con detalle lo que estaban haciendo, el como iba el proceso, no tarde en dejar de sentir, el dolor de las contracciones. Unos 20 minutos mas tarde, esa doctora “ya queda muy poco” a los pocos minutos, escuché un gritito, no fue un llanto, solo un gritito, lo justo para saber, mi pequeña, gran guerrera estaba viva, me emocioné, no pude evitar, que las lágrimas, resbalaran por mis mejillas, me la mostraron unos segundos “ahora te la traemos vamos, hacerle un chequeo rápido” no tardaron en cumplir su palabra.

Tenía mis brazos inmóviles, por las dos vías, uno de los doctores, me acercó a la niña, aguantándola con sus manos, pegada a mi cuerpo, nos miremos a los ojos, sí, victoria Sofía y yo, tenía sus ojos bien abiertos, aseguraría que me sonrió. Era identica a su abuela paterna. Al rato “ahora la llevaremos con su padre, mientras tu estás en observación un par de horas”
Fueron dos horas de lo mas largas, consciente, espabilada, solo en una habitación a oscuras, como única compañía de una enfermera que iba y venía al tanto de mi presión arterial, pasaban de la una de la madrugada de ese 23 de septiembre, yo tactaba mis piernas, era una sensación bien extraña, ya que eran como espuma, y no notaba movilidad ninguna. Sobre las 3.30 de la mañana, me subieron a la habitación en planta, donde me esperaba mi esposo, mi suegra y mi madre, es que sí, todos viajemos al hospital, viendo como estaban llegando las contraciones. Fue una noche larga, nadie durmió nada, excepto la niña, que ella si que no abría los ojos, pero todo había ido muy bien, ya habíamos dejado de ser una pareja, para ser una familia.

La estancia en el hospital, fue típica de una cesaría, el primer día, era demasiado el dolor, pero por día que pasaba era “mejor que ayer, peor que mañana” y la niña, estaba bien, solo que no había manera que cogiera el pecho, se pasaba esos 4 días hospitalizada, dormida, sobre todo por el día, en la noche, despertaba más, se alimentaba más, pero podía pasarse largas horas sin comer, algo que inquietaba mucho a las enfermeras, pero por mas revisiones que le hacían, veían que la niña estaba perfecta, que no comía porque no quería. 
Hoy ya tiene 10 días, y 6 que estamos en casa, ahora no deja de comer, intente darle pecho, pero nos costaba mucho que lo cogiera, por ella, también por mi movilidad en la discapacidad, lo que hacemos, es sacar leche con el sacaleches, y dárselo en el biberón. Poco a poco nos estamos acostumbrando como familia, yo, a ser mamá con parálisis cerebral, aun tengo mucho que aprender, pero allá voy poco a poco, avanzando y logrando lo que en un principio veía imposible.
Escrito: 03 de octubre del 2019
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