Me siento nervioso, entusiasmado, voy en auto, ¿dónde me llevará el amito? Mamá me ha dejado ultra limpito mientras me decía:
- Ahora ya eres un cachorrito mayor, tú y tus hermanos tendréis nuevas familias -me asusté me abracé a ella y dije entre sollozos, que no quería irme de su lado.
- Amor, tienes que entender, el señor y la señora Jones, no pueden cuidar de todos, pero iréis con familias que os llenarán de amor, y nos veremos muy seguido.
- ¿Me lo prometes? -Sabía que si me lo prometía sería real.
- Te lo prometo pequeño -me abrazo con fuerza.
El coche se ha detenido. Nuevos olores llegan a mí. Tengo la necesidad de olfatearlo con rapidez, estoy ansioso, mi colita no puede dejar de demostrarlo. Ladro con ansiedad.
- Sí muchacho, ya hemos llegado -me cogió entre sus brazos, acariciando mi cabeza, siempre me hace cosquillas cuando lo hace, pero me gusta. Los olores se hacen más intensos, con mi visión de canino, veo a mi alrededor, es muy parecido de donde vivía con mi mamá y mis hermanitos, ellos ya marcharon, solo faltaba yo, ahora aquí estoy. Se acercan una pareja de ancianos, tienen olor de ternura. El hombre me coge en brazos me mira a los ojos, ese mismo olor, se expande, me cae muy bien desde ese instante. Su bigote me hace cosquillas, yo le lleno de besitos.
- Buen chico, ve, inspecciona el lugar -me deja en el suelo, yo comienzo a correr, e investigar todo. Me detengo en seco, una criatura de cuerpo rayado, cuatro patas y rabo, me está mirando fijamente, no, no es un perro.
- Hola me llamo Max ¿y tú?
- Nubecita, aunque los Smith a veces me llaman Nube
- ¿No eres un perro verdad? -se echó reír.
- Soy un gato, veo que los Smith han conseguido otro perro, bueno, ya que… acostumbrarse -empezaba a marcharse.
- ¿Quieres jugar conmigo? -le pregunté ilusionado, empezando el juego.
- No tengo tiempo de hacer de canguro de un cachorro -se alejaba entre bostezos. Seguí mi investigación en soledad. Vi un establo, entré en él, vi otro ser, no era un perro, tampoco un gato.
- Hola ¿Quién eres? -salude alegremente.
- Hola cachorro, me llamo Lencho.
- ¿Qué eres?
- ¿No has visto un caballo antes? Bueno supongo que es normal, solo eres un cachorro ¿Vas a vivir aquí? ¿En la granja de los Smith? ¡Bienvenido! Verás cómo te caen muy bien, son muy buenos.
- ¿Quieres jugar conmigo? -pregunté entusiasmado.
- Me encantaría, pero no puedo salir de aquí.
- Vaya, Nubecita no quiso jugar conmigo -afirme decaido
- Esa gata es demasiado arisca y creída, pero te ayudará si realmente lo necesitas.
- ¡¡¡Max!!! -escuché que el señor de la casa me llamaba. Me despedí de mi nuevo amigo, y volví corriendo.
Los días pasaban, a menudo veía a mamá y a mis hermanos, jugábamos. Visitaba a menudo a Lencho, me gustaba su compañía, parecía que a él la mía. Pasábamos largas horas entre risas y charlas, él era muy sabio, aprendía tanto. Cuando lecho salía a pasear con mi amito, los acompañaba. Me encanta hacer carreras con él, aunque siempre me ganaba.
Un día estaba acostado en el sol, se estaba tan calentito y bien. Vi un bicho, una lagartija, empecé a perseguirla, ella a correr más rápido.
- Ven bichito, no quiero hacerte daño, solo quiero jugar contigo -con más velocidad fui tras ella, sin ver, el precipicio que había, caí en el… No me hice mucho daño, pero estaba demasiado alto para mi… ¿Cómo iba a salir de ahí? Empecé a escarbar, pero de nada servía, intenté escalar, pero volvía a bajar. De repente el día se escureció los truenos llegaron ¡odio los truenos! Me dan mucho miedo… la lluvia no tardo en caer, primero gotitas, después en forma de diluvio. Tenía tanto miedo, solo quería volver a casa, o con mi mamá.
Yo lo ignoraba, pero esto es lo que estaba pasando en la granja…
- Que tormenta está cayendo hay que entrar a los animales -le dijo a su esposa el señor Smith.
- ¡Max, Nubecita! -Nubecita entró al instante –¡¡Max, Max!! -salieron a buscarme, gritando mi nombre con fuerza.
- Oh rayos, ¿dónde se habrá metido este cachorro travieso? -se preguntó preocupada la gatita. La ventana estaba abierta. Salió por ella, se acercó al establo.
- ¿Qué está pasando? -preguntó Lencho preocupado.
- El cachorro ha desaparecido.
- ¡Oh no! Tenemos que ir a por él, se puede perder… o peor…
- Ya, ya, por eso estoy aquí.
- Tienes que abrirme la verja -ha nubecita, no le costó escalar, abrir la puerta. Los dos no tardaron en salir a buscarme.
Me sentía muy asustado esos rayos parecían que venían a por mí, quería estar en la granja, quería a mi mamá, que me abrazara fuerte, empecé a aullar con fuerza, gritos desesperado salían de mis pulmones, veía mi fin en cada rayo que caía.
- ¿Oíste eso? -le preguntó Lencho a la gatita.
- Yo no escuche nada, solo sé que me estoy empapando ¡odio el agua! Aún más con este barro.
- Sube a mi espalda -le invito Lencho.
- ¿De qué va servirme eso? Me voy a empapar igual
- Al menos no te mancharas las gomitas.
- También tienes razón. Gracias -subió a la espalda del caballo.
- ¿Lo escuchaste ahora? Siii, es el cachorro, agarrate con fuerza gatita -empezó a trotar con velocidad.
Yo no podía dejar de aullar con desespero, tenía mucho miedo y frio, solo quería volver a casa ignoraba que ya venían a por mí, cuando sin aviso escuché.
- Ei perrillo
- ¡¡Cahorro!! ¡qué suerte que te encontremos! ¿Estás bien?
- ¡Lencho, Nubecita! Por favor sacarme de aquí, tengo mucho miedo.
- ¿Ahora como lo sacamos? -preguntó la gatita.
- Quedate con él, iré a buscar a los granjeros -no esperó respuesta, empezó a trotar con velocidad, en busca de los granjeros.
Yo ya me sentía menos asustado, me quedé mirando fijamente a Nubecita, contento de verla.
- ¿Qué me miras tanto?
- ¡Has venido a rescatarme! ¡Estabas preocupada por mí! -en ese mismo instante me sentía feliz
- Ya, ya, no te ilusiones tanto, solo lo he hecho por los granjeros, te quieren mucho, no me gusta verles mal -ella podía decir lo que quisiera, yo sabía la verdad, me llenaba de ilusión.
Lencho llegó a la granja, los granjeros Smith estaban nerviosos, sin saber ya donde más buscarme. Nunca lo había echo, pero abrió la puerta de la casa.
- ¡Lencho! ¡¿Qué haces aquí?! Pero como… ¡¿Cómo has salido del establo? -preguntó el granjero.
- Un momento… Nubecita ¿Dónde está? Estoy convencida que entró en la casa cuando abrí, para que entrara -se percató la señora de la casa.
- ¿Qué te pasa muchacho? Estás muy nervioso, nunca te había visto así -dijo el granjero.
- Quizás, nos quiera decir dónde está el cachorro -sugirió la señora Smith. Ahí Lenchó se calmó.
- ¿Es eso muchacho? -él afirmó -Vamos, tenemos que ir rápido -se puso en marcha el granjero, la granjera, le acompañó ambos se subieron a su lomo, los condujo asta donde yo estaba. Afortunadamente el granjero siempre llevaba con él una cuerda, se la ató en la cintura, bajó a buscarme, me cogió en brazos, me dio un fuerte achuchón -que susto nos has dado muchacho -Lencho nos ayudó a subir. Aunque ella se resistió, abracé a la gatita, después todos volvimos la casa. Los nuberrones negros se alejaron, los truenos y rayos se acabaron, los rayos de sol volvieron a brillar.
Ya en casa, con el calor de la chimenea, la señora Smith preparó chocolate caliente, para su esposo y para ella, y a nosotros, nos dio cada uno nuestras golosinas, estaban riquísimas, lo mejor, ¡¡volvía a estar en casa con todos mis amigos!!
Escrito: 13 de septiembre del 2016
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- Ahora ya eres un cachorrito mayor, tú y tus hermanos tendréis nuevas familias -me asusté me abracé a ella y dije entre sollozos, que no quería irme de su lado.
- Amor, tienes que entender, el señor y la señora Jones, no pueden cuidar de todos, pero iréis con familias que os llenarán de amor, y nos veremos muy seguido.
- ¿Me lo prometes? -Sabía que si me lo prometía sería real.
- Te lo prometo pequeño -me abrazo con fuerza.
- Sí muchacho, ya hemos llegado -me cogió entre sus brazos, acariciando mi cabeza, siempre me hace cosquillas cuando lo hace, pero me gusta. Los olores se hacen más intensos, con mi visión de canino, veo a mi alrededor, es muy parecido de donde vivía con mi mamá y mis hermanitos, ellos ya marcharon, solo faltaba yo, ahora aquí estoy. Se acercan una pareja de ancianos, tienen olor de ternura. El hombre me coge en brazos me mira a los ojos, ese mismo olor, se expande, me cae muy bien desde ese instante. Su bigote me hace cosquillas, yo le lleno de besitos.
- Buen chico, ve, inspecciona el lugar -me deja en el suelo, yo comienzo a correr, e investigar todo. Me detengo en seco, una criatura de cuerpo rayado, cuatro patas y rabo, me está mirando fijamente, no, no es un perro.
- Hola me llamo Max ¿y tú?
- Nubecita, aunque los Smith a veces me llaman Nube
- ¿No eres un perro verdad? -se echó reír.
- Soy un gato, veo que los Smith han conseguido otro perro, bueno, ya que… acostumbrarse -empezaba a marcharse.
- ¿Quieres jugar conmigo? -le pregunté ilusionado, empezando el juego.
- No tengo tiempo de hacer de canguro de un cachorro -se alejaba entre bostezos. Seguí mi investigación en soledad. Vi un establo, entré en él, vi otro ser, no era un perro, tampoco un gato.
- Hola ¿Quién eres? -salude alegremente.
- Hola cachorro, me llamo Lencho.
- ¿Qué eres?
- ¿No has visto un caballo antes? Bueno supongo que es normal, solo eres un cachorro ¿Vas a vivir aquí? ¿En la granja de los Smith? ¡Bienvenido! Verás cómo te caen muy bien, son muy buenos.
- ¿Quieres jugar conmigo? -pregunté entusiasmado.
- Me encantaría, pero no puedo salir de aquí.
- Vaya, Nubecita no quiso jugar conmigo -afirme decaido
- Esa gata es demasiado arisca y creída, pero te ayudará si realmente lo necesitas.
- ¡¡¡Max!!! -escuché que el señor de la casa me llamaba. Me despedí de mi nuevo amigo, y volví corriendo.
Los días pasaban, a menudo veía a mamá y a mis hermanos, jugábamos. Visitaba a menudo a Lencho, me gustaba su compañía, parecía que a él la mía. Pasábamos largas horas entre risas y charlas, él era muy sabio, aprendía tanto. Cuando lecho salía a pasear con mi amito, los acompañaba. Me encanta hacer carreras con él, aunque siempre me ganaba.
- Ven bichito, no quiero hacerte daño, solo quiero jugar contigo -con más velocidad fui tras ella, sin ver, el precipicio que había, caí en el… No me hice mucho daño, pero estaba demasiado alto para mi… ¿Cómo iba a salir de ahí? Empecé a escarbar, pero de nada servía, intenté escalar, pero volvía a bajar. De repente el día se escureció los truenos llegaron ¡odio los truenos! Me dan mucho miedo… la lluvia no tardo en caer, primero gotitas, después en forma de diluvio. Tenía tanto miedo, solo quería volver a casa, o con mi mamá.
- Que tormenta está cayendo hay que entrar a los animales -le dijo a su esposa el señor Smith.
- ¡Max, Nubecita! -Nubecita entró al instante –¡¡Max, Max!! -salieron a buscarme, gritando mi nombre con fuerza.
- Oh rayos, ¿dónde se habrá metido este cachorro travieso? -se preguntó preocupada la gatita. La ventana estaba abierta. Salió por ella, se acercó al establo.
- ¿Qué está pasando? -preguntó Lencho preocupado.
- El cachorro ha desaparecido.
- ¡Oh no! Tenemos que ir a por él, se puede perder… o peor…
- Ya, ya, por eso estoy aquí.
- Tienes que abrirme la verja -ha nubecita, no le costó escalar, abrir la puerta. Los dos no tardaron en salir a buscarme.
Me sentía muy asustado esos rayos parecían que venían a por mí, quería estar en la granja, quería a mi mamá, que me abrazara fuerte, empecé a aullar con fuerza, gritos desesperado salían de mis pulmones, veía mi fin en cada rayo que caía.
- Yo no escuche nada, solo sé que me estoy empapando ¡odio el agua! Aún más con este barro.
- Sube a mi espalda -le invito Lencho.
- ¿De qué va servirme eso? Me voy a empapar igual
- Al menos no te mancharas las gomitas.
- También tienes razón. Gracias -subió a la espalda del caballo.
- ¿Lo escuchaste ahora? Siii, es el cachorro, agarrate con fuerza gatita -empezó a trotar con velocidad.
Yo no podía dejar de aullar con desespero, tenía mucho miedo y frio, solo quería volver a casa ignoraba que ya venían a por mí, cuando sin aviso escuché.
- ¡¡Cahorro!! ¡qué suerte que te encontremos! ¿Estás bien?
- ¡Lencho, Nubecita! Por favor sacarme de aquí, tengo mucho miedo.
- ¿Ahora como lo sacamos? -preguntó la gatita.
- Quedate con él, iré a buscar a los granjeros -no esperó respuesta, empezó a trotar con velocidad, en busca de los granjeros.
Yo ya me sentía menos asustado, me quedé mirando fijamente a Nubecita, contento de verla.
- ¿Qué me miras tanto?
- ¡Has venido a rescatarme! ¡Estabas preocupada por mí! -en ese mismo instante me sentía feliz
- Ya, ya, no te ilusiones tanto, solo lo he hecho por los granjeros, te quieren mucho, no me gusta verles mal -ella podía decir lo que quisiera, yo sabía la verdad, me llenaba de ilusión.
Lencho llegó a la granja, los granjeros Smith estaban nerviosos, sin saber ya donde más buscarme. Nunca lo había echo, pero abrió la puerta de la casa.
- Un momento… Nubecita ¿Dónde está? Estoy convencida que entró en la casa cuando abrí, para que entrara -se percató la señora de la casa.
- ¿Qué te pasa muchacho? Estás muy nervioso, nunca te había visto así -dijo el granjero.
- Quizás, nos quiera decir dónde está el cachorro -sugirió la señora Smith. Ahí Lenchó se calmó.
- ¿Es eso muchacho? -él afirmó -Vamos, tenemos que ir rápido -se puso en marcha el granjero, la granjera, le acompañó ambos se subieron a su lomo, los condujo asta donde yo estaba. Afortunadamente el granjero siempre llevaba con él una cuerda, se la ató en la cintura, bajó a buscarme, me cogió en brazos, me dio un fuerte achuchón -que susto nos has dado muchacho -Lencho nos ayudó a subir. Aunque ella se resistió, abracé a la gatita, después todos volvimos la casa. Los nuberrones negros se alejaron, los truenos y rayos se acabaron, los rayos de sol volvieron a brillar.
Ya en casa, con el calor de la chimenea, la señora Smith preparó chocolate caliente, para su esposo y para ella, y a nosotros, nos dio cada uno nuestras golosinas, estaban riquísimas, lo mejor, ¡¡volvía a estar en casa con todos mis amigos!!
Escrito: 13 de septiembre del 2016
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