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sábado, 29 de febrero de 2020

Reflexiones de un 29 de febrero





Un 29 nací, algo inusual en el mes de febrero, aún más cuando me adelanté tres meses, sí, tenía que ha ver nacido en mayo, pero estaba impaciente por conocer el mundo, y lo vi por primera vez, un 29 de febrero.
No sabría decir porque, pero ese número, el 29 me fascina, siempre, me ha traído buena suerte, un 29 de diciembre, conocía a la que es mi esposa, un 29 de agosto, nos casemos, un año después 29 de septiembre, nacieron nuestros gemelos. Con ese mismo número he ganado no riquezas, pero si grandes cantidades de dinero en la lotería, así que no soy supersticioso, pero tengo razones para creer en ese número.

De niño, me sentía mal por a ver nacido un día donde solo se cumplían años una vez, cada cuatro, muchos niños se burlaban por eso, yo me lo tomaba más que mal. Aunque mi familia siempre cada año me felicito, conmigo celebro, pero yo me sentía que me estaban estafando, ya que no nací un 28 de febrero, ni un 1 de marzo, sino un 29 de febrero que decidió desaparecer del calendario y dar sus apariciones, una vez cada cuatro años. Como esa fecha, me sentía solo y marginado, distinto al resto, como ese mes del resto del año.
A medida que iba creciendo, convirtiendo en el hombre que soy hoy, cambié mi ideal, fui consciente, que no nací en una fecha maldita, sino en una única y especial, soy de los pocos afortunados de ello.
Hoy con cuarenta y tantos años, conozco otra realidad, es que esa fecha llegue a la vida, esa fecha me lleno de buenos momentos, alegría y felicidad, pero a la misma, marcó mi final. Es que ni consciente era que ese día era 29 de febrero, me habían invitado a cenar, con los compañeros de trabajo, todo estaba bien, todo en orden, pero tuve la mala idea de coger el teléfono, con las manos en el volante, eran mi familia, para recordarme una vez más que me amaba, yo también se lo transmití, sin imaginar, que esas serian, las últimas palabras que les diría…

Solo me despiste un segundo, suficiente, para atravesarme, con aquel, que me hizo desviar justo, en la peor curva que podía hacerle, tan estrecha, tan inclinada, que por más que suplique e intente, no pude evitar la gran caída, provocando mi propia muerte.

29 de febrero, el día de mi nacimiento, al mismo tiempo mi muerte, ahora entiendo mejor que nunca, que ese día lo tenía grabado en mi ADN. Sentenciado a nacer, sentenciado a fallecer, un mismo 29 de febrero.

Escrito: 27 de febrero del 2016

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